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Experiencia con Caballos y Ballenas en Península Valdés

by Majo

 

Galopar por extensas playas solitarias siempre estuvo dentro de mis sueños, pero nunca imaginé poder hacerlo con las ballenas desplegando sus magníficos saltos a pocos metros de la orilla. Ésta oportunidad sólo la brinda Peninsula Valdes. No hay fotos ni palabras que le hagan justicia a la realidad. El lugar tiene una extensa costa de arena compacta que es ideal para galopar en total libertad. En verano es una gran opción de playa porque la temperatura del mar es tibia, mientras que en invierno ofrece la posibilidad de disfrutar de la visita más esperada: la Ballena Franca Austral.

El Viaje

La Península Valdés se encuentra a unos 70 kilómetros de la ciudad de Puerto Madryn en la provincia de Chubut. Cuatro veces visité la península, la primera vez fue hace muchísimos años cuando tenía 12. La segunda ya en mis 20 años y la tercera y cuarta vez fue de la mano de nuestro amigo Ale Ferro, oriundo de la zona.

 

La familia de Ale está muy ligada a la historia de ésta hermosa región de Patagonia. Debo decir que la experiencia de haber conocido este destino con él hizo la gran diferencia. La primera vez que fui a La Adela, la estancia de su familia, fue en enero del 2021. Fui y volví en avión. Si bien a Puerto Madryn hay vuelos, son más regulares los vuelos a Trelew, y de ahí son sólo 50 minutos en auto hasta el pueblito de Puerto Pirámides en Península Valdés.

 

La última vez que visité La Adela fue con el equipo de EQUUS Argentina, mi socia Camila y su hermana Sofía, quien se encarga de nuestras redes sociales. Fuimos en auto, salimos una noche de niebla desde Cañuelas. Dormimos en Azul, a 350 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, y al día siguiente anduvimos todo el día hasta llegar a Puerto Madryn.

 

Hay algo muy lindo de ir en auto a Patagonia. Creo que es que lentamente el paisaje de la pampa se va transformando y de a poco va cediendo a las inmensas estepas. Además, los cielos patagónicos son únicos.

Puerto Pirámides

El pueblo de Puerto Pirámides se encuentra en Península Valdés, a sólo 7 kilómetros de la estancia La Adela. Lo ideal es hospedarse ahí, donde hay una buena oferta hotelera y gastronómica. Recomendamos el Hotel Océano que tiene una ubicación estratégica sobre la playa principal, a sólo pasos de los mejores restaurantes.

 

Es casi obligación degustar todos los manjares marinos que ofrecen los restaurantes de la zona. Nosotras tuvimos la suerte de disfrutar la compañía de Natalio, un excelente chef que nos deleitó con todo tipo de menúes. Todavía me acuerdo estar sentadas en la terraza del casco de la estancia almorzando un matambrito a la pizza con la mejor vista del mundo.

 

El pueblo tiene algo mágico. Me recuerda a Macondo, el simpático pueblo que describió Gael Garcia Marquez en “100 años de Soledad”. En cada esquina se esconden personajes diferentes, pescadores y marineros en su mayoría, pero también almas libres que eligieron este paraíso de hogar. Entre ellos me recuerdo de Lizzi, una mujer que afirma haber encontrado distintos puntos energéticos en la península.

Las Ballenas

La ballena Franca Austral elige la Península Valdés como destino para aparearse. Se las puede ver de mayo a noviembre y es una obligación para el visitante subirse a una embarcación a hacer el avistaje.

Nosotras lo hicimos de la mano de Miguel Bottazi. Junto a sus hermanos, él siguió el legado de su padre, quien fue uno de los pioneros en el avistaje de ballenas. De hecho, se puede ver una escultura hecha en su honor en la calle principal del pueblo. Ellos estudian éstos increíbles animales hace muchos años y transmiten su pasión por el mar y la fauna marina a sus pasajeros.

 

Miguel es amigo de Ale, así que nos embarcamos con ellos y varios visitantes en busca de las ballenas. Lo primero que vimos fue una colonia de lobos marinos descansando muy cerca de la costa. Ellos están todo el año para dar la bienvenida a los turistas. Luego salimos a mar abierto en busca de los gigantes marinos.

 

Cuando uno ve el tamaño de estos mamíferos se siente diminuto. Se pasan lentamente por debajo de la embarcación, mostrando orgullosas sus enormes colas. Sin embargo, el espectáculo es cuando saltan, acto que realizan los machos para llamar la atención de las hembras. Incluso por las noches se las puede escuchar cantar. Es un sonido mágico y relajante.

La Cabalgata

Tuve la suerte de hacer la Cabalgata y Ballenas  dos veces, una en verano y otra en invierno. Ambas oportunidades fueron especiales. En verano, salimos del casco de la estancia y descendimos el largo cerro o acantilado hasta llegar a la casa de la playa. Luego anduvimos por la orilla y hasta nos metimos al mar. Galopamos por la costa, chapoteando los cascos en el agua, hasta que nos encontramos con un gran lobo marino macho. Uno está acostumbrado a ver fauna cuando se está cabalgando en la naturaleza, pero muy distinto es ver fauna marina.

Si aquel encuentro con el lobo marino me pareció surrealista imaginense el encuentro con las ballenas saltando cerca de la orilla. Eso fue inexplicable.

 

Sucedió cuando visité La Adela en junio, invierno. Esta vuelta el camino fue distinto. Salimos de dónde se encuentra el monturero, pasamos por al lado del gran galpón de esquila, luego por las tantas casitas de chapa, las gamelas típicas de las estancias patagónicas, hasta que llegamos a un camino.

 

Comenzamos a descender. Mientras bajábamos pudimos ver los guanacos y las ovejas de la estancia. Estas últimas son su actividad principal. Al cabo de un rato llegamos a la orilla. Era un día nublado pero templado, no corría ni una gota de viento. El agua del mar parecía un espejo. Podíamos ver la respiración de las ballenas que cada vez que se asoman a la superficie expulsan un chorro de agua. La marea estaba alta. Nos acercamos con nuestros caballos para verlas de cerca.

 

Si bien ya las habíamos visto desde la embarcación, verlas desde el lomo de nuestros caballos y desde otra perspectiva fue también increíble. Galopamos por la orilla casi al son de los saltos de ellas. El cielo comenzó a tornarse naranja y rosa, ya comenzaba a atardecer.

Emprendimos la vuelta subiendo un cerro de coirones. La hora mágica, todo estaba color dorado. Tal fue el atardecer de esa jornada que logramos una foto que luego resultaría ser la portada de Equus Argentina.

 

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