Merodeando por Cañuelas, Buenos Aires
by Cami
Era un día especial de otoño. Cielo azul sin ninguna nube, un calor que te sorprende, y las hojas de color amarillo que iban apareciendo en los alrededores. Cañuelas, en Buenos Aires, estaba espectacular para el plan que habíamos armado con mi socia: salir a dar una buena vuelta con sus yeguas, Sra. Sol y Dorita. Llegué al mediodía, como para agarrar el buen tiempo. Saludé a Majo, que se encontraba en su oficina, y casi sin hacerme esperar fuimos a agarrar las yeguas, ensillar y subirnos. Ya estábamos en nuestra gloria, unas horitas arriba del caballo.
El paseo fue interesante. Arrancaba por el club, por sus canchas de polo y lo que yo ya conocía. Era muy lindo. Después agarraba un camino, de tierra por supuesto, que te alejaba del mundo conocido. Este camino me gustaba aún más, era el que me enchufaba realmente con el caballo, mi amiga y la naturaleza que nos rodeaba. Ahora sí me sentía muy bien. Los árboles eran de esos que amo en otoño, los fresnos. Sus hojas amarillas y verdes corroboraban que era esa estación aunque moríamos de calor. De repente nos rodeaban por todos lados y de repente abandonaban la escena por algunos minutos.
Con Majo avanzábamos por el camino hablando de todo un poco. Cada tanto en silencio, cuando nos apetecía, y cada tanto escupiendo palabras. Hablamos de sus yeguas y cómo estaban. A la Sra Sol yo ya la conocía del Calafate, en Patagonia Sur. Estaba muy linda, con algunos años más de edad. Odiaba cuando eso pasaba! Y a Dorita ya la conocía de otras salidas, de Majo haciendo endurance o de alguna otra vez que había ido a montar ahí. Yo había comenzado en Dorita, de hecho, y a la mitad del viaje me cambié a la Sra Sol. Tenían un andar divino las dos, pero el de la segunda me encantaba. Era como volar.
En algún momento llegamos a una parte donde el alambre del costado nos separaba de una manada de caballos. Eran unos lindos criollos, descansando en su lote. Había de todos los colores: un overo colorado muy lindo; uno gateado rubio con una manchita blanca en la punta de su hocico; un tordillo blanco; y un moro con su cabeza bien negra que se acercó bastante a saludar. Nos quedamos un rato ahí, saludando a los vecinos.
Después de este encuentro amigable quedaban dos largas rectas, de las cuales la última terminaba sobre la ruta 6. Al final había una tranquera que estaba cerrada con un candado al cual no teníamos la llave. Majo me dio dos opciones: volver por el mismo camino o hacer las dos lindas rectas para galopar y capaz, quien sabía, la tranquera estaría abierta. Yo opté por la segunda, siempre me gustaba un poco de aventura. Seguimos por esos pintorescos caminos, galopando y aspirando ese lindísimo aire de otoño.
Cuando llegamos al final pasó algo increíble. Había una camioneta que estaba entrando al camino. Tenían la llave si o si! Nos hicimos un buen galope y llegamos justo para pedirles el favor de que nos abrieran. Eran dos viejos camperos, bien simpáticos como suelen ser. No tuvieron problema en retroceder los pocos metros que habían hecho y abrir la tranquera. Diciéndoles muchas gracias pasamos a la ruta 6 por la cuneta que era bastante grande y llena de colas de zorro. Por ahí avanzabamos, las dos alegres que pudimos hacer este nuevo camino. Íbamos contentas, casi sin saber que estaba la ruta 6 a nuestra izquierda.
Finalmente llegamos a la entrada del club. Majo saludo a sus compañeros de la entrada y pasamos sin ningún problema. Habíamos hecho una buena vuelta, de más o menos dos horas y media, casi tres. Eran esas salidas de las que nos gustaban. Antes de seguir molestamos a los chicos para que nos saquen una foto a las dos juntas. Estábamos en el camino de entrada al club, lleno de álamos. Era muy linda para el gran final de la vuelta a caballo.
Y ahí estábamos unos minutos después, donde habíamos empezado. Sacamos las monturas y llevamos a las yeguas a su lote para que descansen. Se revolcaron las dos, como bien se esperaba. Muchas gracias muchachas, pensaba yo. La había pasado tan bien que ya no podía esperar a otro día para salir de nuevo.




