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Cabalgata y Arreo de Ganado en Patagonia

by Majo

 

Los 7 días de cabalgata y arreo de ganado en Patagonia es una experiencia única. Cumple fielmente nuestra misión “donde caballo y jinete se vuelven uno”. Durante 7 días perdidos en los valles, incomunicados, uno conecta realmente con la naturaleza y los caballos. Al fin y al cabo, creo que esa es la sensación que buscamos nosotros, los jinetes, a la hora de elegir nuestra próxima aventura.

 

Es una experiencia inigualable desde varios puntos de vista: los paisajes; los caballos; los desafíos de la montaña; los ríos, cascadas y termas; y la experiencia de arrear 250 vacas en las inmensas tierras patagónicas. Por supuesto, también los anfitriones.

Estancia El Morado – Ñorquin

La estancia pertenece a la familia Cayol, pioneros de esta zona remota e ignota del norte de Neuquén. Si bien hoy Martin y sus sobrinos, Azul (Chula) y Agustín, nos brindan la oportunidad de conocer estas tierras a través de un arreo de ganado inolvidable, antaño sus abuelos y bisabuelos hicieron de la estancia su hogar. Épocas difíciles, especialmente durante el invierno, cuando las enormes cantidades de nieve los dejaban aislados en plena cordillera.

 

La estancia lleva el nombre del cerro color rojizo terracota que flanquea la casa principal. Se siente la carga histórica del lugar que fue escenario de las campañas al desierto allá por 1.886.

La previa

La forma más rápida y cómoda de viajar hasta aquí es tomando un vuelo a la ciudad de Neuquen y luego un traslado privado enviado por la estancia. Nosotras tuvimos la suerte de viajar unos días antes del comienzo de la cabalgata con Martín, nuestro anfitrión. Esto nos dio la oportunidad de ver con detalle la logística para los próximos días de aventura.

 

Hay muchas cosas por organizar. Por un lado, los equipos de los caballos y la elección de los mismos. También el equipaje de los pilcheros, que son los caballos o mulas que llevan el cargamento y las comidas.

La cabalgata

Es imposible describir lo que fue esta experiencia en su totalidad en un solo Blog. Sin embargo, voy a tratar de resaltar lo que fueron para mi los 5 puntos más importantes:

1. Los Caballos 

A la hora de elegir cabalgatas lo primero en lo que nos fijamos son los caballos. Es importante que tengan un aspecto saludable. Aquí teníamos al menos 30 caballos para elegir, uno más lindo que el otro. Estábamos ansiosas por saber cuál iba a ser nuestro montado. La elección de los binomios la hicieron nuestros anfitriones y realmente no se equivocaron. Durante los 8 días de cabalgata nadie se quejó de su caballo, al contrario, la conexión entre caballo y jinete se fue haciendo cada día más fuerte.

 

A mí me asignaron “La Mutisia”. Su nombre viene de una flor que crece en esta zona de la Patagonia. Es una yegua divina de pelaje lobuno, muy despierta, cómoda y super obediente. Me entregué a ella, y durante el tiempo que duró la cabalgata nos cuidamos mutuamente. A Cami le tocó “El Chimango”, un picazo con un ojo zarco. Juntos hicieron muy buen equipo. Un caballo muy hábil en la montaña e incansable.


 

2. Las Termas y el Río Agrio

Ver el amanecer a un lado y la luna llena al otro, al mismo tiempo y con mi cuerpo sumergido en una terma es una experiencia única. Las aguas sanadoras de las termas son definitivamente uno de los puntos que hace que esta cabalgata sea especial. Gracias al volcán Copahue es que uno puede encontrar estas aguas sanadoras en los alrededores. De hecho, la localidad de Copahue, al lado del centro de esquí Caviahue, es conocida por sus aguas termales y centros de salud.

 

Durante 2 noches acampamos al lado de la terma y la pudimos disfrutar tanto de noche como de día. No hay nada como llegar al campamento después de un largo día a caballo, con el cuerpo entumecido por el frío y el viento, y tener la posibilidad de sumergirte en el agua caliente. En cuanto al Río Agrio, ¿qué decir? Quedé embrujada por los colores que presentaba: turquesas y verdes esmeraldas que resaltaban entre las piedras anaranjadas que se encontraban tanto en la orilla como dentro del agua.

 

El color anaranjado se debe al sulfato del agua. Varias veces en nuestro recorrido nos topamos con el Río Agrio. Sin duda, mi lugar preferido fue El Gran Salto. Nuestros compañeros de viaje aprovecharon cada parada para zambullirse en sus aguas.


 

3. El Arreo

La imagen del cielo nublado, el ocre de los coirones, el verde intenso de los neneos y ñires, la nube de polvo que desprendían las 250 vacas que estábamos arreando y la inmensidad del paisaje es una foto que nunca más se va a borrar de mi memoria. El tercer día de cabalgata amanecimos temprano. Luego de unos mates alrededor del fuego, preparamos nuestros caballos y nos encaramos la tarea de arrear el ganado del Valle del Trolón al Valle de Ávila. La consigna fue clara: dividirnos por el inmenso valle e ir reuniendo el ganado.

 

Parecía fácil pero no lo era. El terreno era enorme, iba más allá del límite a donde los ojos podían ver. El relieve era dispar, tenía zonas más elevadas que otras y estaba cortado por zanjas naturales y riachos. Los novillos suelen ser más rebeldes y tienden a intentar escapar del rodeo grande. Camila y yo tenemos varios arreos a nuestra cuesta. Solíamos hacerlo en familia los veranos en el campo. Por otro lado, imaginaba que nuestros compañeros de cabalgata, de otros países, se sentían como Butch Cassidy cuatreando el ganado en la gran Patagonia salvaje.

 

¡Sin lugar a dudas el arreo fue lo más divertido de la cabalgata! Trabajamos en equipo y logramos bajarlas al Valle de Ávila. Fue difícil porque la bajada fue entre rocas enormes y arbustos de ñires. Culminamos el día comiendo un cordero a la cruz hecho por Armando, el paisano que nos acompañó durante gran parte de nuestra aventura.

4. Las comidas

Me interesa hablar particularmente de la comida porque considero que teniendo en cuenta las dificultades, los chefs (Manu y Joaco) hicieron una tarea excelente. Lograron un menú variado, gourmet, regional y sobre todo, exquisito. El hecho de llegar unos días antes a la estancia nos dió la oportunidad de ver todos los preparativos de la comida.

 

Apenas pusieron pie en el Morado, Manu y Joaco se dispusieron a trabajar. No sé bien lo que hacían, pero se los podía ver en la antigua cocina de la casa haciendo lo suyo. El lugar estaba atestado de cacerolas de todos los tamaños, verduras cortadas fina y delicadamente, y frasquitos de todos los tamaños esperando ser rellenados con sus secretas preparaciones. El horno se abría y cerraba cada vez con algo distinto.

 

Cada día nos sorprendían con un plato diferente. Probamos cordero patagónico, guiso de lentejas, risotto, y fajitas con verduras grilladas entre otros. Puedo destacar la tortilla de papas española y la picada que comimos a orillas del Río Agrio con la cascada de telón de fondo. La picada constaba de ciervo, trucha y jabalí ahumado, pickles, variedad de quesos, salame, aceitunas y liebre al escabeche. Todo esto acompañado por las “Chel Seeds”, unas crackers hechas a base de semillas.

 

Debo decir que durante toda la travesía, Manu y Joaco, no sólo se esmeraron por preparar los mejores menúes, sino también por alegrarnos con sus risas. Por las noches también nos entretenían con sus conciertos de guitarra.

 

 

5. Los anfitriones

Chula y Martin aman su lugar, tierra que los vio crecer. Tienen mil anécdotas de todas las cabalgatas que hicieron acompañados de familia y amigos. Es así como nació la idea de hacer cabalgatas para turistas aventureros. Disfrutan de la experiencia tanto como sus visitantes. Dicen que nunca se aburren del paisaje porque siempre es distinto.

 

Uno realmente puede sentir como disfrutan de su lugar, siempre alegres y dispuestos a dar los mejores consejos para que sus invitados disfruten al máximo. Fue idea de Chula cuasi obligarme a meterme en la terma al amanecer. Por más que a esa hora hacía frío y aún estaba un poco dormida, agradezco haberle hecho caso porque como ya dije fue una experiencia única.

 

Nos perdimos de conocer a Agustin, quien esta vez no pudo acompañarnos, pero escuchamos tantas historias de cabalgatas pasadas qué fue casi como tenerlo ahí. Ellos nos hicieron sentir que éramos parte, cumplieron con nuestro lema “sé un viajero, no un turista”.

 

El broche de oro de la cabalgata fue el regreso. Volvimos al tranco, en la oscuridad de la noche, con el cielo estrellado sobre nuestras cabezas. La aventura no pudo tener un mejor final: al arrimarnos a los palenques que habíamos dejado atrás hace 6 noches la luna se asomó enorme, redonda y plena por encima del Cerro El Morado. Nos daba la bienvenida y despedida a la misma vez.

 

 

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