Cabalgata al Puesto Piedra, Corrientes
by Majo
La elección del destino
Argentina es un país tan rico en paisajes y experiencias que a veces se hace difícil elegir un destino. Este año, luego de haber sorteado un 2023 bastante difícil por cuestiones personales, decidimos ponernos en marcha nuevamente para conocer algunos destinos que teníamos pendientes así como también volver a aquellos preferidos entre nuestras cabalgatas.
Nos encontrábamos en la disyuntiva de elegir entre Tucuman – La Gran Travesia – y Corrientes en donde contamos con varias experiencias. Ambos destinos nos tentaban pero terminamos optando por Corrientes por varias razones. Entre ellas, el clima primaveral que se da en esta etapa del año y las ganas de meternos con nuestros compañeros equinos a nadar y galopar en las inmensas lagunas y esteros.
Teníamos una cuenta pendiente: Cabalgata al Puesto Piedra. Esta experiencia la descubrimos hace sólo unos meses y nos resultó atractiva porque ofrecía un precio muy accesible para nuestros clientes nacionales y tiene una duración óptima para escapadas de fin de semana.
Las fotos eran tentadoras pero sabemos que ni las fotos ni videos hacen justicia a la experiencia de vivirlo. Así como existen catadores de vinos, nosotras somos catadoras de experiencias a caballo y tratamos de ser fieles a nuestro lema antes de ofrecer un producto. Por tales razones era menester comenzar el viaje con esta experiencia. La verdad es que no sabíamos bien qué esperar pero hoy podemos decir que la cabalgata superó nuestras expectativas.
Los caballos y el recorrido al Puesto Piedra
Primero lo primero e importante: los caballos. Al llegar, luego de acomodarnos en la habitación asignada “Vellón”, nos apresuramos para dirigirnos a la caballeriza en donde nos esperaba Omar – un guía lugareño, muy amable y simpático y con mucho respeto hacia los caballos. Cami – como sucede muy a menudo – se me adelantó ya que yo me quede hablando con Noe – nuestra anfitriona – y Griselda la cocinera. Sabemos que la primera en llegar a los palenques es quien escoge el caballo y solemos “pelearnos” en chiste por tal motivo.
Al llegar, Omar no había agarrado nuestros caballos porque es filosofía de la estancia que cada jinete debe embozalar y ensillar su propio caballo. Así es que Camí escogió a Princesa y eligió Cocinera para mi. Para mi sorpresa y no tan sorpresa, al llegar al monturero, mi socia ya se había ensillado su montado y junto a Omar habían preparado al mío.
Cuando la vi a Cocinera enseguida tuve un buen pálpito. Tenía gran porte y una cabeza estilo árabe, su pelaje era alazán y ostentaba un hermoso flequillo (luego aprendimos que Omar deja el flequillo a las hembras y tusa a los machos). Me acerqué a ella y quise acariciarle la frente pero enseguida se alejó y se mostró desconfiada. A decir verdad yo haría lo mismo ante un desconocido. Sin embargo, confié en Omar y me preparé para montar.
Suspicaz le pregunté a Omar que tal eran nuestros montados y también quise asegurar mi sospecha consultándole cual de las dos yeguas era mejor. Omar, evitando el conflicto entre las amazonas contestó que ambas eran muy buenas y trotadoras, siendo ésta característica la más importante ya que teníamos largos kilómetros por delante.
Noe – una chica muy de campo – nos acompañó en la Baya, una yegua criolla pura que parecía incansable. Tal era su energía que luego de 8 horas andando y llegando de noche de vuelta a la estancia, estaba intacta. Omar por su parte montó a Comisario, un lobuno. Era elegante y tenía expresión de milico. Su nombre le calzaba justo. Así, partimos al trote, hacia el Puesto Piedra.
Anduvimos unos 5 kilómetros al trote hasta llegar a la tranquera en la ruta 14. Debíamos de cruzar la ruta hacía la otra parte de la propiedad – estamos hablando de dos estancias que poseen 6000 ha cada una. El cruce de ruta me ponía un poco nerviosa pero Omar se mostro tranquilo y confiado y nuestros caballos cruzaron sin problema. Una vez al otro lado se abrió el paisaje a una estepa amplia poblada de vacas Bradford. Anduvimos tan sólo unos minutos hasta que de pronto se presentó ante nosotros un ancho camino arenoso y Cami propuso el primer galope.
Este era un momento clave ya que ahora descubrimos a nuestros pingos. ¡Nos encantó! Reconozco que al principio costó acostumbrarme al galope largo y un poco desordenado de Cocinera, pero enseguida nos hicimos una a la otra, y desde entonces lideramos el grupo cada vez que partíamos a galopar. Princesa, un poco más perezosa para empezar, también sorprendió a Cami con su galope, y terminó siendo la preferida de toda la estadía en Corrientes. La Baya, con su galope cortito y nervioso trataba de seguirnos el tranco; y Comisario, elegante y orgulloso, galopa liderando la marcha.
El objetivo de la cabalgata era conocer el Puesto Tucurú y el Puesto Piedra, ambos utilizados en la Cabalgata al Puesto Piedra. No contábamos con el tiempo de realizar los 3 días de cabalgata así es que debíamos cubrir las distancias más rápido y acortando el camino para llegar a conocer gran parte de la travesía.
Nos encantó cómo Omar conocía todo el terreno, sabía qué caminos y atajos tomar para llegar a nuestro destino. Tuvimos que obviar el paso por la forestación – algo que nos hubiese encantado hacer – porque de hacerlo no hubiésemos llegado a tiempo a los puestos. De todas formas pasamos por los inmensos arrozales de la estancia, también por dos de las tres mangas que tienen, y siguiendo un camino (al cabo de unas 3 horas) llegamos a la primer parada: El Puesto Tucurú. Se le llama así por los hormigueros que forman las termitas.
El Puesto Tucurú es donde normalmente se frena a almorzar. Nos encantó, muy pintoresco y correntino. Pero nada en comparación a nuestra próxima parada. Luego de darle de beber agua a nuestros caballos seguimos viaje por un campo sembrado de raigrás el cual estaba pintado de amarillo por unas florecitas silvestres hasta llegar a la orilla de la gran represa. Esta es necesaria para ahogar los tapiales – cunetas donde se siembra el arroz. Es inmensa y a sus orillas podíamos ver las familias de carpinchos. Bordeamos la orilla de la represa, el paisaje era de un dorado claro, efecto producido por el sol que recién comenzaba a posarse sobre el agua. Aquí el campo se eleva y hacia un costado se puede obtener una vista panorámica de los montes.
Continuamos nuestro paso por una tranquera y luego tomamos un camino de tierra que hacía curva y contra curva por los montes. Fue muy divertido galopar de principio a fin. El camino se cortaba en un pastizal altísimo que atravesamos abriéndonos camino hasta que de pronto llegamos al Puesto de Piedra. Esta construcción es antiquísima, podemos decirlo gracias a su construcción de piedra. Aunque es raro ver piedra en esta provincia en esta zona el río Miriñay acarrea consigo pedazos de piedra que fueron los que se usaron para su construcción. La casa esta perfectamente equipada para pernoctar. Tiene una habitación con 4 camas cuchetas y un horno a leña en donde se cocina la cena y las torta fritas del desayuno.
Ya cuando el sol comenzaba a tornarse naranja casi rojo emprendimos nuestro camino de vuelta. No pudimos resistirnos a frenar y tomarnos algunas fotos con el atardecer y el reflejo del rojo sol en el agua. Fue un momento mágico.
A puro galope empezamos el retorno. Sabíamos que nos quedaban pocas horas de luz así es que Omar nos indicó por donde galopar. El único sonido que escuchábamos eran los cascos de nuestros caballos al golpear con el piso y el mugido de las vacas que se abrían paso a medida que íbamos pasando.
El sol se escondió apenas llegamos a la tranquera principal del campo. El cruce de ruta lo hicimos en la oscuridad pero para nuestra dicha la luna estaba casi llena. De hecho, hicimos una apuesta a ver cuántos días faltaban para que esté completa. La ganó Cami. Los caballos no tuvieron problema en cruzar la ruta de vuelta a su hogar. El resto del camino lo hicimos en silencio, apreciando los sonidos de los grillos. Hay algo mágico en cabalgar a la noche, no sabría describirlo bien, pero supongo que es que te da la real sensación de aventura y refuerza el vínculo caballo / jinete, ya que en la noche tanto uno como otro deben confiarse la visual.
Cuando quedaban apenas un kilómetros, y ya con el caballo cansado literalmente, comenzamos a saborear el fernet con Coca que nos esperaba en el casco. Todavía hacia calor y estábamos tan solo con una camisa de manga larga. Nosotras que veníamos del frío húmedo de Buenos Aires estábamos felices de poder disfrutar este pequeño verano. Desensillamos y largamos nuestros caballos para irnos derecho a buscar hielo para nuestro añorado aperitivo.
Nos sentamos con Noe en una mesita de hierro ubicada en el parque a sólo unos metros de nuestra habitación y nos quedamos charlando bajo la luz de la luna hasta que Griselda nos llamó a comer. Esa noche cenamos unos deliciosos canelones de verdura y anillos de cebolla. De postre comimos un flan casero con dulce de leche y nos retiramos a nuestra habitación. Al día siguiente nos esperaba nuestra última cabalgata por orillas del gran Río Miriñay y debíamos de ayudar a Omar a juntar su tropilla.
La cabalgata al Río Miriñay
En todos nuestros viajes la responsable del despertador es Cami. Ella siempre se levanta primero y toma la delantera en la ducha y el desayuno. Confieso ser un poco más vaga, pero cuando se trata de salir de cabalgata suelo ser bastante más ágil que en la vida cotidiana.
Durante el desayuno conocimos a Orlando, el administrador del establecimiento. Charlamos sobre nuestras aventuras a caballo y también lo felicitamos por el buen estado de los caballos y la excelente atención de Noe y Omar. Una vez listas, partimos nuevamente sobre el lomo de Cocinera y Princesa hacia la costa del río. El clima estaba más fresco y húmedo y el cielo comenzaba lentamente a nublarse. Llegamos a la costa. A diferencia del río Corriente que tiene una amplia costa de arena blanca, aquí es más selvática y escarpada. Según lo que nos contaron, cuando hay sequía las aguas bajan tanto que se puede cruzar a la isla que se encuentra del otro lado.
Luego entre los largos pastizales nos dispusimos a buscar la tropilla. Fue un arduo trabajo ya que los pastos estaban tan altos que no lográbamos ver a nuestro alrededor. Luego de andar por un largo rato, finalmente llegamos a un lugar más abierto, y ahí en la paz de la mañana los encontramos pastando. Lentamente los fuimos arreando de vuelta a su casa.
Al llegar nos despedimos de Omar, de Noe, de Cocinera y Princesa y rápidamente empacamos para dirigirnos a nuestros próximo destino en Corrientes para realizar Cabalgata de estancia a estancia.






