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Unique & Outstanding Horse Riding Experiences

A Caballo por las Islas del Delta

by Majo

 

Ayudar a Ayudar

 

Tal como lo dice en nuestra Misión, Visión y Valores en Equus Argentina nuestra meta fue conectar aquellos amantes de los caballos y las distintas disciplinas ecuestres con los mejores lugares de Argentina para realizar estas actividades. Sin embargo, con el tiempo la experiencia nos fue mostrando que no sólo fue aconsejar y ofrecer distintas experiencias a caballo sino que también en el proceso fuimos conociendo gente de campo que tímidamente se animaron a abrir las puertas de sus lugares y permitir a otros descubrir sus tierras en el lomo se sus gentiles caballos.

 

Si bien el turismo a veces puede traer ciertas controversias, sigue siendo una industria sin chimenea. Es una excelente forma de ayudar a las comunidades locales a preservar su lugar. Siempre estamos en búsqueda de nuevas rutas y experiencias para acercar a nuestros clientes a través del caballo. Así, llegamos a conocer a caballo por las Islas del Delta – un paraíso oculto a sólo una hora de la ciudad de Buenos Aires.

 

Sobre Nai, Cristian, Gaby y Tomy

 

Nuestro primer contacto con ellos fue a través de Tomy – oriundo de la zona de Campana y Guardaparques del Parque Nacional Ciervo de los Pantanos. Él trabaja activamente para la conservación de estos ciervos, que según nos contaron, son los mamíferos más grandes de Sudamérica.

El paisaje en esta zona es el típico de isla y humedales: pastos largos, ceibos y jungla. El ecosistema es ideal para albergar especies como los ciervos de los pantanos, los carpinchos, pumas y gran cantidad de especies de aves.

 

Sin irme por las ramas, Tomy nos invitó a conocer esta joya oculta en Buenos Aires. El plan sonaba perfecto: paseo en lancha, cabalgata por una isla poblada de álamos y sauces, y por supuesto, asado. Así es que partimos hacia la aventura! Lo bueno de nuestro trabajo es que a veces los días de “oficina” son estos.

 

Llegar fue muy fácil. Desde Buenos Aires es todo autopista por el acceso que va a Escobar (Ruta 9) hasta casi Campana. Luego, tomamos el camino que lleva al Pueblo Ingeniero Otamendi. Atravesamos el pequeño poblado. A la derecha pudimos ver claramente la entrada colonial del Parque Nacional Ciervo de los Pantanos, y luego seguimos derecho, tal como nos indicaba el GPS. Pasamos por una vieja estación de tren, muy similar a las que visitamos cuando hacemos la Cabalgata a los Pueblos Rurales. Luego, unos metros más adelante, nos encontramos con el imponente río Paraná.

 

Ahí nos esperaba Tomy junto a Cristian – el dueño de la chacra – y Gaby, nuestro guía. Muy anfitriones, enseguida nos ofrecieron un mate. En unos minutos ya estábamos arriba de la lancha rumbo a la isla. Nada más refrescante como el aire puro del viento soplando de frente. Por delante el gran Paraná abriéndose a su infinito laberinto de islas. Por detrás, las estelas de la lancha…

Al cabo de veinte minutos ya estábamos en El Descanso. Nai – la mujer de Cristian – nos estaba esperando al lado de un fogón con la pava caliente y la masa de pan lista para ser horneada en la parrilla. Ahi nomas nos conocimos! Nos enteramos de que esta “cooperativa” (como lo llaman ellos, nombre que se debe a la colaboración del grupo) había comenzado hace tan solo unos meses, y que las cabalgatas eran una experiencia recién agregada.

 

Vivir en la isla no es fácil, sobre todo cuando tienen que enfrentar la tan temida sudestada y las inclemencias de las inundaciones. No siempre pueden salir a buscar provisiones al pueblo ya que dependen de la condición de las aguas, de las subidas y bajadas del río y también de la niebla. Pero ahora, el precio de vivir en tal paraíso es impagable. Nai y Cristian se las han rebuscado para seguir viviendo allí, siendo la cuarta generación de la familia ocupándose de la chacra.

 

Cristian construyó con sus propias manos todo cuanto podíamos ver: la cabaña que ofrecen para pasar la noche; el refugio donde nos encontrábamos tomando mate; y los muelles. Así es que se animaron a ofrecer su lugar para aquellos que deseen ir a descansar y disfrutar del hermoso paisaje que ofrece el delta del Paraná.

 

Gaby – nuestro guía – merece un párrafo aparte. Isleño también, es el único profesor certificado de la práctica de arquería a caballo en Argentina. Una disciplina que no sólo tiene que ver con la puntería y la destreza a caballo sino también con el aprender a respirar, relajar el cuerpo y soltar las tensiones para poder así dirigir la flecha a su objetivo.

 

Como a todos los que somos amantes de los caballos, su pasión lo llevó a explorar distintos países y destinos en la búsqueda de aprender más sobre estos nobles animales. Trabajó por largo tiempo con la equinoterapia, preparando caballos y ayudando a chicos con discapacidades motrices. En ésta búsqueda, se capacitó con diferentes referentes de la doma racional, y claro está, encontró en Cami una nueva amiga con quien compartir estos aprendizajes. En seguida se pusieron a hablar de las distintas escuelas de doma racional, y nos contó que para él es muy importante ver ese primer contacto entre jinete y caballo para decidir qué caballo va mejor con cada jinete. ¡Eso nos encantó!

 

Conectar, Relajar y Explorar

 

Luego de varios mates y de un buen desayuno con pan y mermelada casera de naranja hecho por Nai, partimos caminando con Gaby en búsqueda de los caballos. La caminata fue aproximadamente de un kilómetro. Nos perdimos en las interminables líneas hipnóticas que forman las plantaciones de álamos. Sin dudas el otoño debe de ser hermoso, más aún el verano. Para mí hay algo mágico, misterioso y cautivante en los cientos de árboles pelados de color grisaseo que adornan el paisaje y resaltan entre el verde intenso de los pastizales isleños.

 

Ahí, en la paz de una pradera, aguardaban los caballos. Esperamos pacientemente mientras ellos se acercaron a nosotras. Gentilmente pusimos los bozales a las yeguas y nos dirigimos al corral redondo hecho con ramas de sauces. Gaby nos dio una breve explicación de la técnica de bonding de Monty Roberts, en la que vamos a tener nuestra primera interacción con el caballo. Aprendimos a marcar los límites mostrando nuestra capacidad de liderazgo y esperando que ellos nos respeten.

Cami hace esto todo el tiempo cuando doma sus caballos, pero para mí es algo nuevo, conocido en el concepto pero no tanto en la práctica. Me encantó poder practicarlo con mi montado: El Gringo – un overo de crines largas, muy activo.

 

Cristian y Tomy se encargaron de acercarnos los recados en un tractor. Una vez que los tuvimos ensillados, partimos a la aventura! Para Gaby eran sus primeras salidas a la isla. Nos preguntó si nos molestaba salir a explorar los caminos en vez de seguir una ruta trazada. ¡Por supuesto que accedimos a esto! Lo que más nos gusta es salir a descubrir nuevos caminos.

 

La Cabalgata

 

Partimos por un camino angosto rodeado de álamos. El ruido de los cascos entre las hojas secas era lo que predominaba. Ni bien salimos Cami expresó su frustración con respecto al avistaje de fauna, y al parecer los carpinchos la escucharon ya que casi al unísono se asomo una enorme carpincho con su cría en medio del camino. Estuvo tiempo suficiente para que la veamos pero no tanto para que le sacáramos una foto. Contentas con el avistaje seguimos andando por unas tierras elevadas artificialmente a la que ellos llaman “endicamientos”.

 

Al cabo de un rato, en el camino volvimos a juntarnos con Tomy y Christian que estaban dando vueltas con el tractor y quienes nos ofrecieron un mate. Luego volvimos al camino. Era momento de probar nuestros caballos al galope. Arre!, una taconeada y enseguida Gringo y sus compañeros partieron al galope. Debo confesar que el primer galope no fue fácil, Gringo quería tomar la delantera, y yo prudente, preferí esperar. Fue tragicómico ya que yo en mi prudencia entré en pánico de caer por el barranco. El tordillo de Cami también peleaba por la delantera como así también la lobuna de Gaby, y cabeza a cabeza, frenamos. Bien para un primer galope, pero confieso que el segundo, ya conociendo mi caballo lo disfruté más!

Los tres caballos eran muy activos. En casi todo momento fuimos los tres a la par, a un tranco parejo, sin necesidad de trotar o galopar. Luego, nos dispusimos a adentrarnos en los bosques y los pantanos, buscando un lugar de piso firme por donde pasar. Típico de caballo isleño valiente, ellos cruzaban los troncos caídos sin problemas, y nosotras contorsionábamos entre las ramas para pasar.

 

Así anduvimos largo rato perdidos en los laberintos naturales de la isla. Repito, hay un algo mágico en el andar entre estos infinitos bosques. Ellos lo llaman “el mal del sauce”, y aparentemente es una especie de encantamiento que le sucede a ciertas personas al adentrarse en las islas que les produce un no querer irse nunca más.

 

Al cabo de unas tres horas llegamos de nuevo al punto de partida donde nos esperaban con el asado ya listo.

Asado, Anécdotas y Vino

Al llegar, desensillamos nuestros caballos y los dejamos libres para que se revuelquen ahí en el parque que nos rodeaba. Nosotros, por nuestra parte, nos dispusimos a finalizar la tarde disfrutando de un delicioso asado de carne vacuna producida en el lugar, tomar unos vinos y compartir anécdotas de cabalgatas.

 

Antes de que caiga el sol nos montamos de nuevo a la lancha y nuestro capitán Cristian, nos llevó sanas y salvas a tierra firme.

 

Estamos felices de apoyar y acompañar a la “cooperativa” de Gaby, Nai, Tomy y Cristian en este nuevo proyecto! Sin dudas, un lugar que vale la pena conocer a tan solo una hora de la ciudad. ¡No vemos la hora de volver en el verano!

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